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jueves, 13 de noviembre de 2025

COP30: EL CAPITALISMO NO ES, NI SERÁ, VERDE

Las personas trabajadoras y los pueblos son las primeras víctimas de la degradación
ambiental y de los impactos del cambio climático. La naturaleza explotadora, opresiva, agresiva y depredadora del capitalismo se expresa cada día en el empeoramiento de las condiciones de vida de los seres humanos, en la amenaza de guerra y en la degradación del medio ambiente. 

Ya sea en forma de energía inaccesible; los precios de los alimentos en el supermercado que suben y bajan al ritmo de los acontecimientos globales; la inseguridad laboral; viviendas de mala calidad, inadecuadas para proteger a las personas trabajadoras del calor o del frío extremos; o la amenaza de la guerra.

Lo que antes eran acontecimientos excepcionales —olas de calor y mega incendios interminables, tormentas extremas e inundaciones catastróficas, sequías y desertificación creciente— se ha vuelto más frecuente y sus impactos se agravan por la lógica del planeamiento territorial basada en la maximización del beneficio. La desertificación se expande, los incendios arrasan con mayor frecuencia y ferocidad. La naturaleza lanza alarmas; las extinciones masivas y la pérdida de comunidades por la subida del nivel del mar ya están en marcha.

Esto no se debe a “fallos del mercado”, a la “mala gestión” de un político o a una “conspiración empresarial”. Este colapso acelerado se deriva de la propia naturaleza del sistema económico actual: un sistema construido sobre el trabajo de la mayoría, con todas las ganancias capturadas por una minoría que dicta la producción y la inversión. Para sobrevivir a la competencia, las empresas sacrifican las necesidades sociales y ecológicas para maximizar beneficios. Todo es prescindible: los salarios de las personas trabajadoras, los ecosistemas, comunidades enteras. El resultado aparece en dos tendencias contradictorias.

La naturaleza es tratada simultáneamente como recurso gratuito y como vertedero, mientras cada aspecto de la vida —incluida la propia naturaleza— es mercantilizado. La destrucción ambiental se convierte en otra oportunidad de negocio. Cuando un río se contamina, su limpieza pasa a ser un nicho de mercado. Lejos de proteger los ecosistemas, esta lógica los subordina a la rentabilidad. Los cambios en curso como resultado de la contaminación por carbono se ven agravados por el desdén general del capitalismo hacia el medio ambiente: los efectos acumulados de los ataques a la fauna, a nuestras aguas y mares, y al aire que respiramos.

Estos impactos son globales, pero no se soportan por igual. Las multinacionales y los grupos económicos, respaldados por las grandes potencias capitalistas, explotan a los países menos poderosos mediante la depredación de sus recursos, la externalización de la contaminación y el vertido de residuos tóxicos. Mientras tanto, la propaganda nos culpa a nosotros, como si las personas eligieran libremente el transporte que usamos, los alimentos que podemos permitirnos, los lugares donde vivimos o los trabajos que debemos aceptar para sobrevivir. La culpa recae en un sistema que no nos ofrece alternativas reales. En cambio, se hace pagar a la clase trabajadora por la “protección ambiental” mediante impuestos al combustible y la electricidad, mientras las élites contaminantes vuelan en jets privados y corporaciones como TotalEnergies, Shell y los grandes bancos no solo abandonan los objetivos climáticos, sino que ganan millones de euros con soluciones falsas e incluso contraproducentes como el mercado de licencias de carbono. Las comunidades se ven forzadas a una elección cruel: someterse a industrias contaminantes o afrontar el desempleo y la desesperación.

En todo el mundo, la masa política se desplaza cada vez más hacia la derecha y, a medida que lo hace, el discurso niega crecientemente la evidencia del cambio climático y del colapso ambiental. Hay razones para ello: primero, para aglutinar apoyo de la clase trabajadora contra la acción climática presentando la preocupación climática como “woke”, una preocupación burguesa y afectada; segundo, para desviar el debate sobre quién tiene la responsabilidad, los costes y las reparaciones; y, por último, para proteger oportunidades de beneficio.

DECLARACIÓN CONJUNTA ANTE LA CELEBRACIÓN DE LA COP30 Entre el 10 y el 25 de noviembre próximos se está celebrando en Belém (Brasil) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30). En paralelo, y apoyados por el Gobierno de Brasil, se celebrará en la misma ciudad la Cumbre de los Pueblos. El PCE, junto a los Partidos hermanos Partido Comunista Portugués, Partido Comunista de Francia, Partido del Trabajo de Bélgica y Partido Comunista de Gran Bretaña han firmado una declaración conjunta a la que pertenece este extracto


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