
Por ello hemos querido hablar de la vida y la lucha por la libertad y la dignidad humana de este poeta nacido hace cien años que, sin embargo algunos canallas intentan denigrar taccánadole de asesino.
Un hombre bueno
Matilde Tenorio
Difícil y complicado hablar de Marcos Ana como poeta
sin hacer referencia a su lucha como comunista y que vio mermada su vida con la
condena que le impusieron los tribunales franquistas.
Como poeta, aunque no haya alcanzado el prestigio y la
calidad del otro poeta encarcelado, Miguel Hernández, consigue transmitir con
maestría la emoción de su experiencia vital durante los 23 años que estuvo en
la cárcel.
Conmueve, por
poner un ejemplo, “La vida”, poema
en el que evoca imágenes y sensaciones placenteras de las que, por el tiempo
que lleva recluido, no puede percibir con nitidez.
La vida
¿La vida?
Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.
Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?
Veintidós años… ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma…
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma…
Escribo a tientas: el mar, el campo…
Digo bosque y he perdido
la geometría de un árbol.
Digo bosque y he perdido
la geometría de un árbol.
Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.
que los años me borraron.
(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario)
los pasos del funcionario)
La mayoría de sus poemas hablan de su experiencia en
la cárcel, de los patios, de los compañeros desolados, de sus ansias de
libertad. ¿Cómo no, si solo pudo disfrutar de ella en su infancia y
adolescencia? No tuvo otra vida que la pobreza y la lucha por los derechos de
los más desfavorecidos. Fue un hombre bueno, como Machado, que nunca quiso
venganza. Fue un activista político y ese fue su pecado como el mismo dice en
otro poema, y por eso mismo, en esta España que está volviendo a las cavernas,
no contentos con haberle quitado 23 años de su vida, se le vuelve a
vilipendiar.
He aquí la muestra: A instancias de la Concejalía de
Cultura de nuestro pueblo, se programó hace una semana un recital-homenaje con
motivo del centenario de su nacimiento. Nada más sencillo e inocuo, pero desde
la derecha se alzaron voces tildándole de asesino y llamando a boicotear el
acto
¿Todavía estamos así? En nuestro país se sigue
denostando a los que lucharon contra el golpismo y por defender el gobierno
legítimo. Esa falta de respeto hacia los “vencidos” y su impunidad es la
muestra de lo poco que ha avanzado nuestra sociedad.
Ahora, el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por el PP,
Cs y Vox ha borrado los versos de Miguel Hernández del Memorial de La Almudena.
Debe ser muy peligroso leer poesía.
Nunca más acertada la llamada que hace en el Romance
para las doce menos cuarto, escrito una nochevieja en la cárcel y que,
algunos de sus versos dicen:
Camaradas, a las doce,
todos los pulsos en hora;
que suenen como campanas,
en una campana sola;
que fundan los corazones
en un Corazón y todas
las ramas del pulso sean
árbol de luz en las sombras.
Así lo comprendieron los muchos asistentes al acto de
homenaje a Marcos Ana. Acto entrañable, bello y estimulante.
Breve semblanza de un luchador poeta
José Ramón Mendoza
En la sala común, calentada por una estufa de hierro que
estaba situada junto al patio de juegos y paseos en la cárcel de Segovia. Corría
el año 1973, un día del frío invierno castellano, cuando la nieve impedía los
paseos y juegos por el patio, nos hallábamos en una mesa jugando al dominó
cuatro compañeros jóvenes, de no más 25 años, cuando se nos acercó uno de los presos
políticos que más años llevaban en prisión y, cogiendo una silla y sentándose
con nosotros nos dijo: la memoria no puede caer en el olvido y por ello os voy
a hablar de un hombre que no se dio por vencido.
Esta es su historia según nos fue contada en una fría tarde
segoviana:
Hace 35 o 36 años, nada más acabar la guerra, entró en la
madrileña cárcel de Porlier un joven de no más de veinte años condenado a
muerte.
Este jovenzuelo, prosiguió el viejo militante, aunque vivió
su infancia en Ventosa del Río Almar, nació en San Vicente una pedanía del
municipio salmantino de Alconada en el seno de una familia pobre de jornaleros,
profundamente católicos. Como era habitual en esos hogares su formación fue
escasa, y a los doce años tuvo que dejar los estudios y ponerse a trabajar para
poder aportar así ingresos a la familia.
Al producirse la sublevación fascista
con sólo 16 años marchó al frente en el batallón de milicias «Libertad» de las
JSU, combatiendo en la sierra de Madrid, durante los primeros días de la
contienda, joven imberbe que al producirse la militarización de las milicias y
la creación del Ejército Republicano, fue obligado a abandonar el campo de
batalla por ser menor de edad.
Terminada la guerra e instaurada la dictadura, al no poder
abandonar España se entregó a las tropas italianas que entraron en Alicante las
cuales le entregaron a los rebeldes. Un Tribunal Militar, de esos que sin
ninguna garantía procesal, formados por militares traidores y rebeldes,
condenaban a muerte por rebeldía a quienes se habían mantenido leales al orden
constitucional. Tribunales que como a tantos otros y otras, le condenaron a
muerte, sentencia que fue posteriormente conmutada por la 30 años, de los
cuales pasó 23 en las duras cárceles de Porlier, donde participó en la creación
de un periódico clandestino, “Juventud”, Ocaña y Burgos donde yo le conocí,
convirtiéndose en el preso político que más tiempo permaneció en esas prisiones
franquistas donde había sacas diarias, frío, hambre, enfermedad y palizas.
Y esto hay que
contarlo, por qué quizás muchos no sepáis que hace años hubo mujeres y hombres
que lucharon contra el fascismo, algunos casi niños, como él y que una vez “si
salgo un día a la vida / mi casa no tendrá llaves”.
El joven preso no sé dio por vencido, en la prisión inició su
formación autodidacta, y en la cárcel se aficionó a los clásicos como Lope o
Quevedo; incluso a pesar de no estar permitida su lectura pudo leer El Quijote;
para pasar después a los versos de Federico, asesinado en la guerra por el
fascismo y de Miguel Hernández preso como él, que acabaría muriendo tras las
rejas.
Empezó a escribir sus primeros poemas bajo el pseudónimo
formado con los nombres de sus padres: Marcos y Ana. En ellos animaba a
combatir la dictadura a través de la palabra y le sirvieron para labrarse una
fama como símbolo de la cultura y de compromiso.
Aquel compañero, como habéis supuesto nos contaba la vida de
Marcos Ana; o lo que es lo mismo Fernando Macarro Castillo.
Con él me reencontré años después ya que éramos vecinos del
madrileño barrio de El Pilar. Le pregunté si sabía algo más de Marcos Ana. Le
he vuelto a ver en reuniones, me comentó, pero no he no he hablado apenas con
él por lo que poco más sé que lo que de él me dicen sus compañeros y me contó
que le le dijeron que marchó al exilio en Francia, donde el Partido Comunista
le invitó a crear en París el Centro de Información y Solidaridad con España
(CISE) con Pablo Picasso de presidente de honor destinado al apoyo de los
presos políticos españoles con la ayuda de personalidades del mundo de la
cultura francesa y españoles exiliados. Tras la muerte de Franco regresó a
España en 1976, mostrando su eterno espíritu de reconciliación. Marcos Ana
murió el 24 de noviembre de 2016 en Madrid, a los 96 años de edad.
Su obra poética completa no ha sido publicada aún, si bien se
han recopilado en Venezuela todas sus obras. En 2007 publicó el libro de
memorias, “Decidme cómo es un árbol”. Memoria de la prisión y la vida,
prologado por José Saramago y centrado en su estancia en la cárcel y en su
actividad política fuera de ella hasta la Transición.
Con el apoyo entre otros del premio Nobel José Saramago,
escritores como Eduardo Galeano, el cantautor Silvio Rodríguez, el cineasta
Pedro Almodóvar, la Universidad de Granada propuso a Marcos Ana como candidato
al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia de 2009.
Ese mismo año, el Gobierno de España le otorgó la Medalla de
Oro al Mérito en el Trabajo y al año siguiente fue el primer galardonado con el
Premio René Cassin de Derechos Humanos, otorgado por el Gobierno Vasco, por su
actitud al salir de prisión, al defender «la paz y el diálogo» y rechazar
«cualquier deseo de venganza».
Este es el resumen de lo que aquel compañero nos contó, años
después me añadió y que con algo más me he atrevido a narrar breve, y añado que
pobremente porque una trayectoria tan rica hubiera merecido un relato mucho más
amplio ya que ha sido la vida de un gran poeta, pero también de un comunista de
un gran luchador por la libertad; un hombre comprometido con la humanidad al
que un canalla como Javier Ortega Smith, el número dos de Vox tildó de asesino.
Dijo una vez Marcos Ana
“Ni un muerto, ni mil muertos, ni todos los muertos del mundo me pueden
devolver a mí estos trozos de mi vida que yo he dejado en los patios y en las
celdas de las cárceles. Lo único que me podría recompensar un poco la vida es
ver triunfantes los ideales por los cuales yo he luchado, por los cuales ha
luchado toda una generación.”
¿Son estas las palabras de un asesino?
No cabe mayor bajeza contra un hombre que sufrió persecución
y cárcel por luchar por la libertad de la que ahora gozamos todos, incluso ese
desalmado y los suyos.
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