26 de octubre de 2024 19:52h
Los
poetas estamos acostumbrados a escribir desde la tristeza. Es algo que debiera
aprender la política. Se puede opinar sobre las cosas sin dejarse llevar por el
resentimiento, la indignación, la soberbia o el egoísmo. La crisis abierta por
el desgraciado caso de Íñigo Errejón me hace escribir desde la tristeza. Me
resulta muy triste enterarme de sus comportamientos machistas intolerables, y
muy triste leer su penosa carta de despedida. En un momento en el que las
estrategias neoliberales fuerzan el descrédito general de la política y el
Estado, me parece un desatino sugerir que la representación pública provoca de
por sí, y en el mundo de hoy, actitudes machistas. Es lo que faltaba para
alimentar los discursos de descrédito. Al final, rojos y azules, blancos y
negros, todos son iguales.
Pienso
en Íñigo con tristeza porque lo siento como un compañero de viaje. Y espero que
en su vida personal le vayan las cosas lo mejor posible. Es lo que siento
también al pensar en otras muchas personalidades de la izquierda española que
se han roto en los últimos años. Defender la justicia no significa alegrarse del
mal ajeno.
Los
articulistas de opinión estamos acostumbrados a comprobar que no conviene meter
cuatro o cinco columnas de opinión en un mismo artículo. Para entender mi
tristeza, necesito hoy pensar en muchas cosas.
En
el horizonte electoral de España es urgente que se configure a la izquierda del
PSOE un espacio político sólido capaz de mantener al mismo tiempo la diversidad
y la ilusión común, las apuestas conjuntas dentro del Estado español y los
diferentes compromisos territoriales
1)
Izquierda Unida hace algo más de 10 años, cuando Cayo Lara era coordinador,
llegó a tener una expectativa de voto muy alta en las encuestas. La crisis
económica sufrida en Europa durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero inclinó
una apuesta por la izquierda que consolidaba un posible Gobierno de coalición.
La posibilidad se había concretado ya en Andalucía con una alianza PSOE-IU que
dio muy buenos resultados. La derecha mediática se lanzó ante ese horizonte
contra Izquierda Unida. Mientras que a sus líderes les costaba mucho trabajo
conseguir medio minuto en las noticias, a los creadores de Podemos se les
ofreció horas y horas de tertulia. El futuro de la nueva izquierda se puso en
manos de personajes mediáticos, aprovechando la situación para borrar la
memoria de una izquierda que tenía el prestigio histórico de haber
protagonizado la lucha contra la dictadura y participado con lealtad
institucional en la Transición. Aquel final de IU fue muy triste.
2)
La derecha mediática se inventó a Podemos con la misma desvergüenza que después
utilizó para machacarlo a través de bulos y campañas de desprestigio infames
contra Pablo Iglesias, Irene Montero y Juan Carlos Monedero. Como la operación
de derribo de Izquierda Unida se les fue de las manos y Podemos alcanzó
resultados inesperados, resultados que posibilitaron un Gobierno de izquierdas,
se aprovechó su falta de historia y de prestigio institucional para convertirlo
en un peligro populista contra la sensatez democrática. Eso creó una dinámica
de enfrentamientos internos en los que el compromiso común fue sustituido por
los egoísmos, las soberbias, los resentimientos y el sálvese quien pueda. La
tristeza volvió a dominarme.
3)
Es triste la facilidad con la que la izquierda se olvida de los poderes
mediáticos que crean o destruyen partidos, alimentan falsas discusiones y
ofrecen apoyos envenenados.
4)
La necesidad de salir de la tristeza pasa por reunirse en una dignidad política
que considere como tarea fundamental la solución de los problemas de la
ciudadanía. Más que los enfrentamientos internos, las ganas de protagonismo y
el rencor al contrario, es importante reunirse bajo las banderas de la dignidad
laboral, la defensa de la fiscalidad justa y los servicios públicos, las
políticas de igualdad, el feminismo, el derecho a la vivienda, los valores
democráticos, el pacifismo y los derechos humanos en la vida real.
4)
En el horizonte electoral de España es urgente que se configure a la izquierda
del PSOE un espacio político sólido capaz de mantener al mismo tiempo la
diversidad y la ilusión común, las apuestas conjuntas dentro del Estado español
y los diferentes compromisos
territoriales.
En
poco más de 10 años, los arrogantes líderes de Podemos están fuera de combate.
Cada cual según su condición personal, desde la soberbia al desvalimiento.
Incluyo también al entonces líder de IU, Alberto Garzón, que llegó a pedir en
2015 que no se votase a su propio partido en Madrid, porque sus intereses
personales le pedían acercarse a Podemos. No creo que el resentimiento sea una
salida interesante, como no creo que nadie en la izquierda pueda alegrarse con la
situación que vive ahora Íñigo Errejón. Las banderas de la izquierda, incluida
la lucha contra el machismo, incluido el apoyo a sus víctimas, no deben moverse
en sus disputas alentadas por el mal ajeno. Más bien necesitan comprender el
viento que las une.
Para
acabar diré que tenemos motivos para exigirnos resistir en la esperanza. Por
ejemplo: cuando el PSOE se enteró de los asuntos turbios del exministro Ábalos,
comprendió que debía exigir su salida del partido y de la política socialista.
Ahí está. Por ejemplo: cuando Sumar se enteró del comportamiento de Errejón, le
exigió su dimisión. Ahí está. Es un chiste cavernícola que la derecha quiera
abrir un debate sobre el tiempo que tardaron PSOE y Sumar en exigir
responsabilidades a los suyos. A la presidenta de la Comunidad de Madrid no le
piden responsabilidades después de verse envuelta por los medios de
comunicación en diferentes casos de corrupciones con su padre, su hermano y su
novio…, y después de una gestión inhumana del covid que costó miles de muertos
en las residencias de ancianos de Madrid.
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