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domingo, 23 de noviembre de 2025

EL PATRONATO DE PROTECCIÓN A LAS MUJERES. UNA VIOLENCIA INSTITUCIONAL EVIDENTE.

El Patronato de Protección a la Mujer fue un sistema represivo que el franquismo 
utilizó durante décadas (1941- 1975, aunque disuelto en 1985) para controlar y subyugar a las mujeres que osaban saltarse las reglas de lo que se entendía que debía ser el prototipo moral de mujer del régimen franquista.

Años antes los avances que la II República habían supuesto para la vida de las mujeres el disfrute de una libertad hasta antes no conocida y que suponía salir de los fogones y disfrutar de su plena autonomía como ciudadanas. Sin embargo, con la llegada del franquismo, esta libertad se vio repentinamente abortada. El régimen franquista abolió nuestras libertades subyugándonos a las decisiones de los maridos, padres o hermanos y forzándonos a ser obedientes y serviles.  

El Patronato, con el teórico fin de combatir la prostitución, reclutaba adolescentes poco dóciles, a mujeres que consideraban que tenían conductas inmorales o que corrían el riesgo de serlo, solteras embarazadas, lesbianas, víctimas de violación  u otras características que no encajaban con el nacional-catolicismo. Estas mujeres eran denunciadas por vecinos, por clérigos, por los propios padres cuando no podían con su rebeldía; las celadoras voluntarias también recorrían los lugares donde podían cometerse actos impuros y se procedía a la denuncia a la policía.

Los centros del Patronato, dependientes del Ministerio de Justicia, y regentados por órdenes religiosas femeninas,  operaban como un sistema penitenciario oculto donde las mujeres eran internadas sin juicio sufriendo trabajos forzados, abusos y la separación de sus hijos. A las mujeres solteras que quedaban embarazadas, se las trasladaba a una maternidad y, con mucha frecuencia eran obligadas a dar a sus hijos, bajo presiones y falsas adopciones, a matrimonios adinerados, es decir, estos centros formaban parte de la trama de bebés robados.

En el Patronato se ejerció un férreo control sobre multitud de adolescentes y mujeres que se atrevieron a cuestionar las rígidas normas de moralidad que les fueron impuestas. Controlaban su cuerpo y su mente. La formación que recibían era el adoctrinamiento del nacionalcatolicismo.

Lo llamativo del caso es que el Patronato de Protección a la Mujer haya perdurado tantos años después de la Transición y que no se haya sabido nada de esto hasta hace muy poco, cuando alguna de las víctimas, periodistas e historiadoras  han puesto en evidencia la represión que sufrieron. Muchas mujeres no hablaron por el estigma social que suponía haber estado internadas en el Patronato y  por miedo a las represalias. El terror vivido se refleja en las muertes por suicidio que se produjeron en los conventos y en el hecho de que todavía algunas víctimas todavía sufran estrés postraumático.

La Democracia tiene el deber moral de resarcir el sufrimiento de estas mujeres reconociendo que fueron víctimas de la represión franquista e incluirlas como se merecen  dentro de la Ley de Memoria Histórica, y ese debe ser nuestra reivindicación para con estas mujeres vejadas.

Ahora que vemos cómo se acercan, cada vez con más intensidad, los postulados reaccionarios que quieren volver a dominarnos,  debemos reaccionar frente a los intentos de la derecha y ultraderecha para que volvamos a ser mujeres dóciles y obedientes, a admitir que el hombre es quien tiene el `poder y a estar calladitas y en casa. Por eso, debemos levantarnos frente a quienes nos quieren tapar la boca y apagar nuestra voz.    

Es importante acordarnos de las mujeres que sufrieron las consecuencias del Patronato, reivindicarlas como víctimas y luchar para que la historia no se repita porque si no, puede que volvamos a tener que cuidar mucho lo que hacemos y lo que decimos. Tiempo al tiempo.




https://www.instagram.com/reel/DK4ruMrNtRg/ 

jueves, 13 de noviembre de 2025

COP30: EL CAPITALISMO NO ES, NI SERÁ, VERDE

Las personas trabajadoras y los pueblos son las primeras víctimas de la degradación
ambiental y de los impactos del cambio climático. La naturaleza explotadora, opresiva, agresiva y depredadora del capitalismo se expresa cada día en el empeoramiento de las condiciones de vida de los seres humanos, en la amenaza de guerra y en la degradación del medio ambiente. 

Ya sea en forma de energía inaccesible; los precios de los alimentos en el supermercado que suben y bajan al ritmo de los acontecimientos globales; la inseguridad laboral; viviendas de mala calidad, inadecuadas para proteger a las personas trabajadoras del calor o del frío extremos; o la amenaza de la guerra.

Lo que antes eran acontecimientos excepcionales —olas de calor y mega incendios interminables, tormentas extremas e inundaciones catastróficas, sequías y desertificación creciente— se ha vuelto más frecuente y sus impactos se agravan por la lógica del planeamiento territorial basada en la maximización del beneficio. La desertificación se expande, los incendios arrasan con mayor frecuencia y ferocidad. La naturaleza lanza alarmas; las extinciones masivas y la pérdida de comunidades por la subida del nivel del mar ya están en marcha.

Esto no se debe a “fallos del mercado”, a la “mala gestión” de un político o a una “conspiración empresarial”. Este colapso acelerado se deriva de la propia naturaleza del sistema económico actual: un sistema construido sobre el trabajo de la mayoría, con todas las ganancias capturadas por una minoría que dicta la producción y la inversión. Para sobrevivir a la competencia, las empresas sacrifican las necesidades sociales y ecológicas para maximizar beneficios. Todo es prescindible: los salarios de las personas trabajadoras, los ecosistemas, comunidades enteras. El resultado aparece en dos tendencias contradictorias.

La naturaleza es tratada simultáneamente como recurso gratuito y como vertedero, mientras cada aspecto de la vida —incluida la propia naturaleza— es mercantilizado. La destrucción ambiental se convierte en otra oportunidad de negocio. Cuando un río se contamina, su limpieza pasa a ser un nicho de mercado. Lejos de proteger los ecosistemas, esta lógica los subordina a la rentabilidad. Los cambios en curso como resultado de la contaminación por carbono se ven agravados por el desdén general del capitalismo hacia el medio ambiente: los efectos acumulados de los ataques a la fauna, a nuestras aguas y mares, y al aire que respiramos.

Estos impactos son globales, pero no se soportan por igual. Las multinacionales y los grupos económicos, respaldados por las grandes potencias capitalistas, explotan a los países menos poderosos mediante la depredación de sus recursos, la externalización de la contaminación y el vertido de residuos tóxicos. Mientras tanto, la propaganda nos culpa a nosotros, como si las personas eligieran libremente el transporte que usamos, los alimentos que podemos permitirnos, los lugares donde vivimos o los trabajos que debemos aceptar para sobrevivir. La culpa recae en un sistema que no nos ofrece alternativas reales. En cambio, se hace pagar a la clase trabajadora por la “protección ambiental” mediante impuestos al combustible y la electricidad, mientras las élites contaminantes vuelan en jets privados y corporaciones como TotalEnergies, Shell y los grandes bancos no solo abandonan los objetivos climáticos, sino que ganan millones de euros con soluciones falsas e incluso contraproducentes como el mercado de licencias de carbono. Las comunidades se ven forzadas a una elección cruel: someterse a industrias contaminantes o afrontar el desempleo y la desesperación.

En todo el mundo, la masa política se desplaza cada vez más hacia la derecha y, a medida que lo hace, el discurso niega crecientemente la evidencia del cambio climático y del colapso ambiental. Hay razones para ello: primero, para aglutinar apoyo de la clase trabajadora contra la acción climática presentando la preocupación climática como “woke”, una preocupación burguesa y afectada; segundo, para desviar el debate sobre quién tiene la responsabilidad, los costes y las reparaciones; y, por último, para proteger oportunidades de beneficio.

DECLARACIÓN CONJUNTA ANTE LA CELEBRACIÓN DE LA COP30 Entre el 10 y el 25 de noviembre próximos se está celebrando en Belém (Brasil) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30). En paralelo, y apoyados por el Gobierno de Brasil, se celebrará en la misma ciudad la Cumbre de los Pueblos. El PCE, junto a los Partidos hermanos Partido Comunista Portugués, Partido Comunista de Francia, Partido del Trabajo de Bélgica y Partido Comunista de Gran Bretaña han firmado una declaración conjunta a la que pertenece este extracto


EL PATRONATO DE PROTECCIÓN A LAS MUJERES. UNA VIOLENCIA INSTITUCIONAL EVIDENTE.

El Patronato de Protección a la Mujer fue un sistema represivo que el franquismo   utilizó durante décadas (1941- 1975, aunque disuelto en ...