Se nos ha ido Julio
Anguita, y con él se ha ido un ejemplo de honradez y coherencia política, un
símbolo de nuestra izquierda. Tras la muerte de Julio Anguita muchas personas
han dicho y escrito alabanzas hacia su figura, lo cual no impide que haya
habido comentarios carroñeros que definen a quien los hace.
De él siempre se
recuerda su famosa frase de “programa, programa, programa”, reivindicación de
que cuando hay que hablar y acordar con otras fuerzas políticas, el resultado
conseguido debe ser público y conocido para así poder exigir su cumplimiento,
ningún oscurantismo, saber lo que se consigue y a lo que se renuncia.
Y esta frase no es
sino un símbolo de su compromiso político: el programa es el resultado de un
debate de ideas, fruto del conocimiento y la reflexión sobre la realidad
social. De él se decía que era un radical y la defensa era sencilla: hay que ir
a la raíz de los problemas para conocerlos, estudiarlos y proponer soluciones.
Acusarlo de radical
era un comentario casi benévolo, peor intención tenía quien le tildaba de
comunista, pensando que ser comunista es una ofensa, un pecado, una tara o
cualquier cosa peor; sin embargo, para Julo Anguita, ser comunista era un honor
porque era la definición de quien lucha contra el poder y en favor de los más
necesitados, con sus luces y sus sombras, como la vida misma en cualquier
aspecto.
Conocidas son sus
posiciones críticas frente a la transición de régimen, su posición aislada
frente al Tratado de Maastricht, a su moneda única y a su olvido de las
cuestiones sociales, propiciando una Europa de banqueros y no de personas; y
algo de razón le dio el tiempo cuando vemos como ha sido el desarrollo de la
crisis del año 2008: rescate financiero a costa de las clases populares.
Finalmente, recuperar
otra de sus cualidades: hablar claro y ser coherente: cuando dejó su cargo de
diputado nacional renunció a la pensión vitalicia que le correspondía, volvió a
ejercer de maestro, como a él mismo le gustaba definirse, y se jubiló como el
resto de los ciudadanos, sin privilegios, porque ese era su principio de vida,
ser uno más del pueblo, y ser uno más para el pueblo, y ese comportamiento ha
sido reconocido hasta por sus enemigos.
Sirva su recuerdo
para mantener viva la llama de lo que hay que seguir defendiendo, apoyando y
luchando por los más desfavorecidos, reivindicando la lucha de clases y combatiendo siempre al capitalismo.
Hasta siempre maestro
Julio Anguita, hasta siempre camarada.
Agustín
Ramírez Molina
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