Parece que las
declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón respecto al escaso valor añadido que supone
el sector turístico para España han levantado ampollas en varios sectores como
si el primer motor de la economía española se menospreciase, y no es que no tenga razón, porque la tiene,
quizá el revuelo generado se deba a que
ha dado en el punto de flotación.
En primer lugar
porque en el reparto que Europa nos ha asignado en la economía ha sido el del
sector servicios y las medidas tomadas desde hace décadas por nuestros
gobiernos han sido las de desmantelar el sector industrial y el de invertir lo
mínimo posible en Investigación y Desarrollo, centrándonos casi exclusivamente
en el Turismo, sin diversificar en otros ámbitos. Esto ha hecho que en una
crisis como la que tenemos ahora veamos que el Turismo, del que dependemos casi
exclusivamente, esté gravemente afectado y nos resulte difícil afrontar las
consecuencias.
En segundo lugar, y
muy importante, es que quienes se alarman de las palabras de Garzón diciendo
que España está en la punta de lanza de los países como destinos turísticos, no
mencionan que la productividad y competitividad del sector se debe, en gran
medida, a las condiciones laborales de
los trabajadores y que los beneficios del
Turismo no repercuten proporcionalmente en los ciudadanos que dependen
de él. De todos son sabidas de
precariedad y la temporalidad de los
contratos, la diferencia entre las horas contratadas y las trabajadas realmente
así como las horas extras no pagadas.
Si los empresarios
del sector turístico, que tanto se quejan, no se enriquecieran indebidamente
del trabajo de sus empleados, quizá si podría suponer un auténtico valor
añadido para nuestro país, porque la imagen que se proyecta como un paraíso de
vacaciones no repercute en el bienestar de la población, especialmente en los
trabajadores de bares, hoteles y restaurantes.
Matilde
Tenorio
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