- El acto de consumir es una actitud ante la vida, un acto concordante con nuestra concepción del mundo, en definitiva un acto político
El tratamiento de los residuos nos proporciona un ejemplo de como hoy los modelos socioeconómicos dominantes promueven también determinados modelos de consumo, de gestión de los residuos y en mucha menor medida de su reducción, que a su vez manifiestan estrechas interrelaciones. Ello nos lleva a plantearnos como contribuyen lo hábitos de consumo a la degradación ambiental y como una reivindicación del individuo como ciudadano, no sólo como consumidor, puede jugar un papel fundamental en la superación de la crisis ecológica y social.
El reciclaje, ejemplo de un modelo de gestión de residuos falsamente
sostenible
La comercialización de productos que
se producen en una parte del mundo y se consumen en otra parte no sería posible
sin unos envases y unos embalajes determinados. No sería posible la
mundialización del comercio si estos envases o embalajes tuvieran que volver a
su origen para ser reutilizados, es por ello que el reciclaje adquiere una
importancia vital para el proceso de acumulación capitalista.
Sobre el reciclaje todo el mundo rece estar de acuerdo, la ciudadanía, algunos gobiernos,
incluso el de la Comunidad de Madrid y ya algunas grandes empresas, no así los movimientos ecologistas, han asumido que las basuras son un gran
problema y que los vertederos que se han utilizado hasta ahora, no son la
solución, por lo que el reciclaje puede ser una salida a la situación por lo
que, al experimentar un cierto sentimiento de culpa ante tanto residuo que va
al vertedero, el reciclar parece liberarnos de esa culpa. El reciclaje, parte del Sistema Integral de Gestión (SIG) parece
salvarnos de todo, de nuestro excesivo consumo, de tanto plástico, de tanta
basura, de tanta contaminación... "Yo reciclo".
A partir de ahí, todo esta solucionado. Pero el reciclaje no siempre es lo mejor. Al contrario, debe ser lo último que se haga con un material que no se puede utilizar en su composición original. Sin embargo las multinacionales, las grandes empresas y sus gobiernos ensalzan el reciclaje como la gran solución. No hay problema en generar grandes cantidades de basura si luego las reciclamos. Existe un interés especial en que se queden en el olvido las tres primarias “erres”: reducir, retornar y reutilizar. Así, la industria del envase y embalaje es la más interesada en que se hable del reciclaje, haciendo olvidar el reducir o el reutilizar.
Reciclar
materiales de plástico es no sólo muy contaminante sino muy caro, por lo que resulta
preferible, y más barato usar la materia prima original. Entonces cuando las
grandes multinacionales hablan de reciclar ¿qué están diciendo? En realidad
están hablando de valorizar algo que ya no tiene valor: el residuo y han
conseguido que en la terminología de alguna institución, como
Retornar y reutilizar
Si se aplica una auténtica política de reutilización de los envases, aunque los centros de producción estén muy lejos, dado que los centros de distribución están muy cerca de las áreas de consumo, los envases pueden volver fácilmente al inicio de la cadena productiva, así los envases alcanzarían así una gran durabilidad.
Si las grandes empresas estiman que esto les sale muy caro en
transporte, a la ciudadanía no le importa ser suministrados por empresas
pequeñas, de producción local, de tal manera que la reutilización de envases
desarrollaría una economía cercana, de proximidad, sin gasto de transporte,
reduciendo así la contaminación y ahorrando energía, y sin uso de nuevas
materias primas. Es decir, obtendríamos mayores beneficios para el medio
ambiente.
Es
aquí donde está el fondo de la cuestión, o embalaje reutilizable o embalaje
reciclable. Las grandes multinacionales no aceptan la reutilización, con ella
la durabilidad de los envases y de ahí la eficaz y maldita consigna de
"usar y tirar", y como mal menor optan por el reciclaje/valorización
como destino final de sus envases, consigna publicitaria que se ha transformado
en la de “usar y reciclar".
Frente
al reciclaje, gestionado en España por ECOEMBES, supuesta institución sin ánimo
de lucro pero de la que forman parte multinacionales de la alimentación y las
bebidas, una propuesta sería el sistema SDDR (Depósito, Devolución, Retorno) y
que desarrollaremos en otro momento.
Usar y tirar, el negocio
En
general, hoy duran menos todas las cosas, la ropa, los automóviles, las
lavadoras, los teléfonos, las viviendas, los edificios... Todo dura menos, como
en la moda, cada año nuevos modelos, los del año pasado ya no sirven. Pero no
sólo porque ya no se lleven, sino porque la ropa está gastada o rota. Los
materiales utilizados al fabricarla están preparados para durar una temporada.
Incluso han existido intentos de promover, desde la industria textil, vestidos
y ropa interior de papel, alcanzando aquí también el grado máximo del
"usar y tirar".
En
lugar de situar como primer fundamento de la sostenibilidad el reciclaje, el
camino está en reducir el consumo de lo innecesario, reemplazar los productos
de "usar y tirar" o de vida corta por los de mayor durabilidad,
reutilizar y reparar y en último lugar reciclar y, aunque reciclar ha sido y
sigue siendo unas de las alternativas que el movimiento ecologista defendió en
su momento, ahora se está poniendo el acento en la reducción, en la mayor
durabilidad de los productos (eliminando la obsolescencia programada) así como
en la disminución de envases y su reutilización.
En
este campo, como en muchos otros, además de exigir que las administraciones
públicas realicen su papel, los ciudadanos disponemos de un poder directo que
podemos utilizar, aunque ello no resulte nada fácil, por las dinámicas que se
derivan de este escenario.
El
desarrollo de productos de corta vida promueve el modelo social de la cultura
del "usar y tirar". ¿Cómo
evitar la cultura del "usar y tirar", si no existen medios para
prolongar el uso de un producto o se dificulta ese recurso, si a menudo el
coste de reparar un aparato resulta más caro que comprar uno nuevo? Las propias
necesidades individuales creadas y la inducción de ciertos modelos es terriblemente
negativa, no sólo para el medio ambiente, sino para el tejido social. Así,
mientras las preferencias de compra se decantan para las grandes superficies,
desaparecen los pequeños comercios por falta de capacidad competitiva. Una
inducción que viene dada por estrategias sutiles, por las cuales la compra deja
de ser la adquisición de un bien
necesario y se convierte en consumo, en un acto lúdico que aúna ocio y negocio,
compra y entretenimiento.
El
consumo de mercancías, un alma del capitalismo, so sólo no siempre contribuye
al bienestar, al contrario a veces lo empeora. Muchas veces el consumo responde
a unas necesidades ficticias y son éstas las que han llevado a una dinámica de
consumo compulsivo. Un modelo de consumo animado por una cultura donde lacompetitividad y la apariencia reinan en
cualquier rincón de nuestro entorno. Un tipo de vida que obliga a consumir cada
vez más productos, no siempre necesarios, para lograr una mejor "calidad
de vida". Esta forma de consumir es el camino más recto para acabar con
los recursos naturales en breve plazo. Esta forma de consumir, implica, al
mismo tiempo, una gran libertad para las grandes empresas transnacionales, pues
pueden establecer los centros de producción donde quieran, y desplegar luego
medianos o pequeños centros de distribución cerca de los mercados de consumo.
El
acto de consumir es una actitud ante la vida, un acto concordante con nuestra
concepción del mundo, en definitiva un acto político y con el actual modelo
está generándose un mundo único y uniforme, un mundo que se está generando
porque nuestras costumbres han variado, nos han hecho que varíen y sin
quererlo, y sobre todo sin saberlo, nos hemos convertido en seres iguales a los
americanos, iguales a los japoneses... En este aspecto sí que podemos decir,
con cierto sonrojo, que aunque no hemos logrado ser ciudadanos del mundo, si
nos hemos transformado en ciudadanos de "este mundo".
Cada
lugar se está pareciendo cada vez más a cualquier otro lugar, el comercio de
barrio por Mercadona o Carrefour, la hostelería de barrio, familiar por McDonald,
Telepizza, las tiendas de ropa por Zaras o Mangos, etc.
La
diversidad cultural, dentro de la cual se incluyen los hábitos de consumo, está
siguiendo el mismo camino de la biodiversidad. Ya se está produciendo que sean
pocas las razones para visitar cualquier otro lugar ya que una calle comercial
de Madrid es igual a una de Sevilla, Cádiz o Barcelona. Un modelo tan
homogenizado sirve directamente a las necesidades de eficiencia de las grandes
corporaciones.
Esta
globalización cotidiana, hay que rechazarla, movilizándose contra ella y por
modelo alternativo de consumo, apoyando a nuestro actual ministro del ramo,
pero también exigiéndole medidas más contundentes; pero también contestarla día
a día, no tenemos porque esperar a las grandes manifestaciones, ni a las elecciones,
para expresar nuestros puntos de vista, podemos hacerlo cada vez que vamos a
comprar.
José Ramón Mendoza
Conil de la Frontera Octubre
2020
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