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miércoles, 21 de octubre de 2020

Residuos, consumo y ciudadanía


  • El acto de consumir es una actitud ante la vida, un acto concordante con nuestra concepción del mundo, en definitiva un acto político

El tratamiento de los residuos nos proporciona un ejemplo de como hoy los modelos socioeconómicos dominantes promueven también determinados modelos de consumo, de gestión de los residuos y en mucha menor medida de su reducción, que a su vez manifiestan estrechas interrelaciones. Ello nos lleva a plantearnos como contribuyen lo hábitos de consumo a la degradación ambiental y como una reivindicación del individuo como ciudadano, no sólo como consumidor, puede jugar un papel fundamental en la superación de la crisis ecológica y social.

El reciclaje, ejemplo de un modelo de gestión de residuos falsamente sostenible

La comercialización de productos que se producen en una parte del mundo y se consumen en otra parte no sería posible sin unos envases y unos embalajes determinados. No sería posible la mundialización del comercio si estos envases o embalajes tuvieran que volver a su origen para ser reutilizados, es por ello que el reciclaje adquiere una importancia vital para el proceso de acumulación capitalista.

Sobre el reciclaje todo el mundo rece estar de acuerdo, la ciudadanía, algunos gobiernos, incluso el de la Comunidad de Madrid y ya algunas grandes empresas, no así los movimientos ecologistas, han asumido que las basuras son un gran problema y que los vertederos que se han utilizado hasta ahora, no son  la solución, por lo que el reciclaje puede ser una salida a la situación por lo que, al experimentar un cierto sentimiento de culpa ante tanto residuo que va al vertedero, el reciclar parece liberarnos de esa culpa. El reciclaje, parte del Sistema Integral de Gestión (SIG) parece salvarnos de todo, de nuestro excesivo consumo, de tanto plástico, de tanta basura, de tanta contaminación... "Yo reciclo".

A partir de ahí, todo esta solucionado. Pero el reciclaje no siempre es lo mejor. Al contrario, debe ser lo último que se haga con un material que no se puede utilizar en su composición original. Sin embargo las multinacionales, las grandes empresas y sus gobiernos ensalzan el reciclaje como la gran solución. No hay problema en generar grandes cantidades de basura si luego las reciclamos. Existe un interés especial en que se queden en el olvido las tres  primarias “erres”: reducir, retornar y reutilizar. Así, la industria del envase y embalaje es la  más interesada en que se hable del reciclaje, haciendo olvidar el reducir o el reutilizar.

Reciclar materiales de plástico es no sólo muy contaminante sino muy caro, por lo que resulta preferible, y más barato usar la materia prima original. Entonces cuando las grandes multinacionales hablan de reciclar ¿qué están diciendo? En realidad están hablando de valorizar algo que ya no tiene valor: el residuo y han conseguido que en la terminología de alguna institución, como la Unión Europea, se relacione directamente el término reciclar con el concepto de valorización y éste a su vez con valorización energética, lo que dicho en castellano cervantino no significa otra cosa que quemar las basuras. Cuando las industrias del plástico hablan de reciclar no sólo están hablando de fabricar nuevos plásticos con los desechados, también habitualmente lo hacen de quemar los residuos de plástico señalando que al quemar el plástico se obtiene energía, pero no esta incineración es un proceso contaminante y contrario al ciclo natural, que reducen la calidad del aire y que aumentan la mortalidad de las personas.

Retornar y reutilizar

Si se aplica una auténtica política de reutilización de los envases,  aunque los centros de producción estén muy lejos, dado que los centros de distribución están muy cerca de las áreas de consumo, los envases pueden volver fácilmente al inicio de la cadena productiva, así los envases alcanzarían así una gran durabilidad. 

Si las grandes empresas estiman que esto les sale muy caro en transporte, a la ciudadanía no le importa ser suministrados por empresas pequeñas, de producción local, de tal manera que la reutilización de envases desarrollaría una economía cercana, de proximidad, sin gasto de transporte, reduciendo así la contaminación y ahorrando energía, y sin uso de nuevas materias primas. Es decir, obtendríamos mayores beneficios para el medio ambiente.

Es aquí donde está el fondo de la cuestión, o embalaje reutilizable o embalaje reciclable. Las grandes multinacionales no aceptan la reutilización, con ella la durabilidad de los envases y de ahí la eficaz y maldita consigna de "usar y tirar", y como mal menor optan por el reciclaje/valorización como destino final de sus envases, consigna publicitaria que se ha transformado en la de “usar y reciclar".

La Unión Europea y como los gobiernos de los Estados miembros, subvencionan el reciclaje, con lo que, al ser una subvención al final del proceso comercial, de alguna forma están potenciando el sistema de "usar y tirar". Por el contrario, la ambigüedad de todas las administraciones públicas sobre la reducción o la reutilización de residuos es sorprendente. Se subvenciona el reciclaje del plástico, por no se está potenciando y apoyando el uso de bolsas de tela en vez de las bolsas de plástico, ni el de los pañales lavables, o el de las máquinas de afeitar no desechables. No se está subvencionando la reutilización de los objetos si no el uso de los de usar y tirar, eso sí reciclándolo.

Frente al reciclaje, gestionado en España por ECOEMBES, supuesta institución sin ánimo de lucro pero de la que forman parte multinacionales de la alimentación y las bebidas, una propuesta sería el sistema SDDR (Depósito, Devolución, Retorno) y que desarrollaremos en otro momento.

Usar y tirar, el negocio

En general, hoy duran menos todas las cosas, la ropa, los automóviles, las lavadoras, los teléfonos, las viviendas, los edificios... Todo dura menos, como en la moda, cada año nuevos modelos, los del año pasado ya no sirven. Pero no sólo porque ya no se lleven, sino porque la ropa está gastada o rota. Los materiales utilizados al fabricarla están preparados para durar una temporada. Incluso han existido intentos de promover, desde la industria textil, vestidos y ropa interior de papel, alcanzando aquí también el grado máximo del "usar y tirar".

En lugar de situar como primer fundamento de la sostenibilidad el reciclaje, el camino está en reducir el consumo de lo innecesario, reemplazar los productos de "usar y tirar" o de vida corta por los de mayor durabilidad, reutilizar y reparar y en último lugar reciclar y, aunque reciclar ha sido y sigue siendo unas de las alternativas que el movimiento ecologista defendió en su momento, ahora se está poniendo el acento en la reducción, en la mayor durabilidad de los productos (eliminando la obsolescencia programada) así como en la disminución de envases y su reutilización.

En este campo, como en muchos otros, además de exigir que las administraciones públicas realicen su papel, los ciudadanos disponemos de un poder directo que podemos utilizar, aunque ello no resulte nada fácil, por las dinámicas que se derivan de este escenario.

El desarrollo de productos de corta vida promueve el modelo social de la cultura del "usar y tirar".  ¿Cómo evitar la cultura del "usar y tirar", si no existen medios para prolongar el uso de un producto o se dificulta ese recurso, si a menudo el coste de reparar un aparato resulta más caro que comprar uno nuevo? Las propias necesidades individuales creadas y la inducción de ciertos modelos es terriblemente negativa, no sólo para el medio ambiente, sino para el tejido social. Así, mientras las preferencias de compra se decantan para las grandes superficies, desaparecen los pequeños comercios por falta de capacidad competitiva. Una inducción que viene dada por estrategias sutiles, por las cuales la compra deja de ser la adquisición de un  bien necesario y se convierte en consumo, en un acto lúdico que aúna ocio y negocio, compra y entretenimiento.

El consumo de mercancías, un alma del capitalismo, so sólo no siempre contribuye al bienestar, al contrario a veces lo empeora. Muchas veces el consumo responde a unas necesidades ficticias y son éstas las que han llevado a una dinámica de consumo compulsivo. Un modelo de consumo animado por una cultura donde  lacompetitividad y la apariencia reinan en cualquier rincón de nuestro entorno. Un tipo de vida que obliga a consumir cada vez más productos, no siempre necesarios, para lograr una mejor "calidad de vida". Esta forma de consumir es el camino más recto para acabar con los recursos naturales en breve plazo. Esta forma de consumir, implica, al mismo tiempo, una gran libertad para las grandes empresas transnacionales, pues pueden establecer los centros de producción donde quieran, y desplegar luego medianos o pequeños centros de distribución cerca de los mercados de consumo.

El acto de consumir es una actitud ante la vida, un acto concordante con nuestra concepción del mundo, en definitiva un acto político y con el actual modelo está generándose un mundo único y uniforme, un mundo que se está generando porque nuestras costumbres han variado, nos han hecho que varíen y sin quererlo, y sobre todo sin saberlo, nos hemos convertido en seres iguales a los americanos, iguales a los japoneses... En este aspecto sí que podemos decir, con cierto sonrojo, que aunque no hemos logrado ser ciudadanos del mundo, si nos hemos transformado en ciudadanos de "este mundo".

Cada lugar se está pareciendo cada vez más a cualquier otro lugar, el comercio de barrio por Mercadona o Carrefour, la hostelería de barrio, familiar por McDonald, Telepizza, las tiendas de ropa por Zaras o Mangos, etc.

La diversidad cultural, dentro de la cual se incluyen los hábitos de consumo, está siguiendo el mismo camino de la biodiversidad. Ya se está produciendo que sean pocas las razones para visitar cualquier otro lugar ya que una calle comercial de Madrid es igual a una de Sevilla, Cádiz o Barcelona. Un modelo tan homogenizado sirve directamente a las necesidades de eficiencia de las grandes corporaciones.

Esta globalización cotidiana, hay que rechazarla, movilizándose contra ella y por modelo alternativo de consumo, apoyando a nuestro actual ministro del ramo, pero también exigiéndole medidas más contundentes; pero también contestarla día a día, no tenemos porque esperar a las grandes manifestaciones, ni a las elecciones, para expresar nuestros puntos de vista, podemos hacerlo cada vez que vamos a comprar.


José Ramón Mendoza

Conil de la Frontera Octubre 2020


 

 

 


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