Los
avances democráticos de la sociedad cuestan mucho esfuerzo, mucho trabajo
conseguirlos y consolidarlos. La lucha y movilización ciudadana conjuntamente
con gobiernos sensibles al clamor popular, hacen posible que las demandas se
conviertan en leyes y normas que afectan a la vida cotidiana de la mayoría
social.
En una
democracia, existen momentos donde la ciudadanía tiene que ser consciente que
puede retroceder o avanzar en el ejercicio de derechos. Las elecciones
generales del próximo 23 de julio es uno
de ellos.
El avance de las ideas reaccionarias de
extrema derecha están poniendo en peligro conquistas históricas de la
democracia. La negación del cambio climático y sus repercusiones, la negación
de la violencia de género, el ataque a los colectivos trans, y LGTBI, al
feminismo, la supresión de la memoria histórica, el racismo contra los
inmigrantes, el desprecio a la cultura, el ataque a los sindicatos y a las
reformas laborales que benefician a los trabajadores, la privatización de
servicios públicos esenciales (salud, educación, servicios sociales...) son
solo ejemplos de lo que se nos avecina si no somos capaces de reaccionar,
parando a la derecha y a la extrema derecha el 23 de julio.
Podemos ser independientes, lo que no podemos es ser neutrales ante la pérdida de derechos, por ello es necesaria la movilización de los y las progresistas, demócratas y personas de izquierda para que el 23 de julio voten a la izquierda para frenar la ola reaccionaria. Nuestra palabra es importante, por ello el boca a boca, convencer al y la vecina, a los familiares, a los y las compañeras de trabajo, es una tarea necesaria para seguir avanzando con las fuerzas políticas de defensa y mejora de nuestros derechos.
Nos jugamos el futuro, de nosotros depende.
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