IZQUIERDA UNIDA: DESDE EL GOBIERNO, CON O SIN CONCEJALES, SIEMPRE AL LADO DE LAS CLASES TRABAJADORAS

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lunes, 28 de agosto de 2023

HOMBRES DE IZQUIERDA UNIDA

 

Estos días hemos sido testigos de una serie de acontecimientos en torno a las figuras
de Jennifer Hermoso y Luis Rubiales. La primera, rodeada de una ola feminista condenatoria frente a actitudes muy habitualmente consentidas o normalizadas. El segundo, rodeado de una horda inicial de cómplices, de blanqueadores de una actitud machista y de una agresión sexual; una horda que ha ido menguando en cuanto se ha impuesto otra visión de lo que estaba pasando: machismo, abuso de poder, sensación de impunidad, restar importancia a lo ocurrido, buscar otros culpables, hacerse la víctima, poner el foco en la actitud de la mujer.

Lo mejor de todo este asunto ha sido ir comprobando cómo toda clase de medios, instituciones y personas han ido cambiando el discurso, justificando primero a Rubiales, para condenarlo después. Defendieron al acosador, trataron de presentar a las mujeres y al feminismo como responsables de lo ocurrido y de las actitudes de violencia sexual, tratando de normalizar, con argumentos muy manipulados, el abuso de poder. Todo una puesta en escena que, de forma subliminal,  no hacía otra cosa que tratar de legitimar la conservación de ciertos privilegios de los hombres con respeto a las mujeres. Hasta que se les vio el plumero, o hasta que se les cayó la venda de los ojos.

Los hombres de Izquierda Unida de Hoyo queremos aprovechar esta oportunidad para revertir, en la medida de nuestras posibilidades, la idea (existente entre algunas personas) de que el feminismo es un enemigo. Y también para poner en entredicho el supuesto beneficio de los privilegios masculinos.

Las características asociadas al género masculino hegemónico muestran efectos preocupantes en los hombres: problemáticas de salud, asunción de riesgos como prueba de hombría, accidentalidad, violencia entre hombres y hacia las mujeres, suicidios, adicciones, etc. El hombre, habitualmente presentando en nuestra cultura como ser productivo, generador de riqueza a través de su trabajo, ha sido, sin embargo, expropiado de demasiadas capacidades. Por poner algunos ejemplos, se ha visto desprendido de las capacidades de:

·         Expresar sus sentimientos y conectar con otros a través de esa expresión.

·         Disfrutar y valorarse mediante el ejercicio de la paternidad desde el cuidado y el afecto, y no solamente como ser proveedor (“que a mis hijos no les falte de nada”) o como referente de autoridad.

·         Poder establecer unas relaciones sociales más sanas y abiertas sin estar atravesadas constantemente por demostrar su hombría o su valor.

·         Habilitarse en las cosas de la vida cotidiana y desarrollar su autonomía en lo doméstico y personal (“necesita una mujer que lo cuide”).

·         Ejercer y disfrutar de una sexualidad saludable que no esté marcada por la constante satisfacción del otro y atada a la cantidad más que a la calidad.

·         Entender que cuidar - cuidarse - también tiene que ver con él y con los que le rodean, despojándolo de la vivencia de la fragilidad.

·         Reconocer que no sabe o que no puede, y permitirse aceptar que puede aprender de las situaciones, transformarse y transformar, sin para ello ponerse en situaciones de riesgo.

Un hombre que delega su paternidad o los cuidados de los mayores, sin disfrutar íntegramente de esto, que no es capaz de conectar con lo que siente y expresarlo, que establece una sociabilidad competitiva y omnipotente, que vive su sexualidad con criterios de “producción y rendimiento”, que no teme ponerse en riesgo y trata a su cuerpo como a una máquina que se puede forzar ya que el cuidado es algo ajeno a su identidad, que no puede decir que no sabe ya que “todo lo tiene que saber”… Un hombre así, ¿no es acaso el trabajador ideal para un sistema capitalista que prefiere a un hombre de vitalidad empobrecida que sea una simple fuerza de trabajo?

Ante esto, los hombres debemos plantearnos la cultura hegemónica en que nos toca vivir. Y debemos replantearnos nuestros personajes para aprender de los placeres y avatares (buenos y no tan buenos) de la vida. Una vez se ha entendido esto, los hombres sólo podemos agradecer y apoyar los fundamentos feministas nacidos de las mujeres, ya que nos han ayudado a reaccionar, a poner en cuestión nuestro papel dentro de una cultura patriarcal aprendida, que nos distrae de la intensidad de la vida para mantenernos como meros objetos productores.

Dicho metafóricamente tenemos que trabajar - y el feminismo nos da la llave- para que los hombres no sólo dejemos de usar nuestra “Tarjeta Titanium” (los supuestos privilegios de ser hombre), sino para que también rompamos el contrato con el banco.

El caso Rubiales ha puesto en evidencia de una manera rotunda cuánto queda por hacer para que los hombres abandonen los costos de asumir sus privilegios, para que puedan recuperar todas sus capacidades para la articulación sana de su proyecto vital. Y, mediante la denuncia de un acoso por parte de unas campeonas (no ya del mundial, sino del feminismo), este caso ha puesto de manifiesto cómo las mujeres nos ayudan a ser más auténticos.

Auténticos en el sentido de que seamos lo que queremos ser, desprendiéndonos de lo que la cultura hegemónica espera de nosotros, para reformular nuestra postura, nuestra hegemonía en el mundo. ¿Queremos guerra o queremos paz? ¿Qué consecuencias personales nos depara la guerra contra las reivindicaciones de las mujeres? ¿Qué consecuencias obtenemos de una paz con acuerdos justos e igualitarios, y alejada de los términos de vencedores y vencidos?

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